Lo que conocemos sobre el modo de vida de los romanos se centra en las clases altas. Los romanos dividían su vestimenta en dos categorías principales: las indumenta, conjunto de prendas que se pasaban por la cabeza y que sólo se quitaban para dormir, y el amictus, vestimenta que se enrollaba o se drapeaba alrededor del cuerpo.
La ropa de la mujer estaba hecha con materiales ligeros, como algodón y seda de la India, y en gran variedad de colores como azul, amarillo y rojo intensos, verde mar y rosa claro. La prenda indispensable era la estola. Era una prenda que llegaba a la altura del tobillo y que tenía mangas amplias, a menudo se sujetaba con cierres y se ceñía en dos puntos, debajo del pecho, con un cierre llamado cingulum, y en la cadera, con un succincta, un cinturón ancho. Debajo las mujeres podían llevar una subucula, un vestido suelto sin mangas, así como el strophium, un corpiño hecho de tela sin almidonar.
Los hombres vestían con sencillez. La túnica básica de manga corta se llevaba en casa. También podía llevarse en lugares públicos con una faja, cuando estaba provista de un portamonedas para guardar dinero y otros objetos de valor. Al principio se llevaba a la altura de la rodilla, pero más tarde se alargó hasta el tobillo.

Representación de la toga romana en una escultura.
La prenda exterior más utilizada era la lacerna, un capote hecho con una pieza rectangular de lana de extremos redondeados, se envolvía sobre los hombros, se sujetaba a éstos o en el cuello con un broche, y en ocasiones tenía una capucha que se podía quitar y poner. Otras prendas exteriores eran el sagum, similar a una manta en distintos tonos de lana roja, que llevaban los soldados y la paenula, capa de lana para la lluvia que llevaban principalmente los campesinos.

Las mujeres llevaban anillos, pulseras, collares, pendientes y elaboradas fíbulas.
La mayor parte de los ciudadanos romanos llevaban el cabello corto y peinado hacia delante, la calvicie se consideraba una deformidad, por lo cual los hombres calvos llevaban peluca o trozos de cabello postizo pegados a la calva. Los esclavos, como símbolo de su situación, llevaban el cabello largo y no se afeitaban. Los esclavos liberados, por el contrario, se afeitaban la cabeza y llevaban un gorro de lana como marca de distinción. Las mujeres al principio llevaban el cabello bastante natural, con raya en medio y recogido en la nuca con un moño o una cola de caballo. Posteriormente, podía ondularse, rizarse o llevarse ligeramente enrollado y bajo a la altura de la nuca. Otro estilo muy común consistía en llevar un flequillo de rizos muy tupidos.
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